La neuritis óptica es una inflamación del nervio óptico. La inflamación puede estar en la parte delantera del nervio (en ese caso, se la conoce como papilitis) o en la parte de detrás (en cuyo caso, se la denomina neuritis óptica retrobulbar). Esta es la enfermedad del nervio óptico que causa con más frecuencia una pérdida brusca de visión en pacientes jóvenes.
El nervio óptico es la estructura que lleva la información desde cada uno de los ojos (que son los que reciben la luz que llega de los objetos y la transforman en impulsos nerviosos) hasta el cerebro (el cual procesa esta información y la interpreta como imágenes; es decir, al contrario de lo que suele pensarse, con lo que realmente vemos no es con nuestros ojos, sino con nuestro cerebro). Podría compararse al cable USB que transmite la información desde una cámara digital (que equivaldría al ojo) hasta un ordenador (que equivaldría al cerebro):
Hoy por hoy, no se conoce con detalle por qué se produce esta enfermedad. En su forma más común (neuritis óptica desmielinizante), la capa que rodea a las neuronas que forman el nervio óptico (vaina de mielina), es atacada por el propio sistema inmunitario del paciente (en lo que se conoce como enfermedad autoinmune). Nuestro sistema inmunitario, que normalmente se encarga de defendernos contra las infecciones, en este caso se equivoca y cree que la vaina de mielina del nervio óptico es un extraño al que hay que atacar.
Es probable que, para que el episodio de neuritis óptica haya llegado a ocurrir, se hayan combinado una serie de factores. Puede ser que una infección (posiblemente por un virus) que pudo haber ocurrido hace años, o incluso unas décadas, haya afectado en la puesta en marcha de una alteración en un sistema inmunitario “particular”. Esta inflamación del nervio óptico puede ocurrir de manera aislada, sin asociarse a una enfermedad más generalizada. En ese caso, decimos que la neuritis es idiopática o de causa desconocida. También puede formar parte de una enfermedad que ha podido producir inflamación en otros lugares del cuerpo (ejemplos: esclerosis múltiple, neuromielitis óptica, sarcoidosis, lupus eritematoso sistémico, granulomatosis de Wegener, enfermedad de Behçet, sífilis, enfermedad de Lyme, tuberculosis, enfermedad de Whipple, etc.)
Puesto que la vaina de mielina del nervio óptico sería el equivalente al aislante que llevan los cables para que la electricidad viaje más rápido, si esta se encuentra dañada, la señal que transmite el nervio óptico desde el ojo al cerebro viajará de una manera más lenta y con menor resolución (como a través de un cable “pelado”).
Dado que el ojo puede tener una apariencia normal, el diagnóstico puede ser difícil de realizar. Por ello, es fundamental tener en cuenta no sólo los síntomas actuales del paciente y la progresión que han tenido desde que comenzaron, sino también todas las enfermedades pasadas u otros datos de su historia anterior (dieta, consumo de tóxicos, mascotas…) que puedan tener relevancia para arrojar luz sobre el problema actual. A continuación, se realizará una exploración neuroftalmológica exhaustiva y detallada y, con todas las “piezas iniciales del puzle ordenadas”, el médico decidirá qué exploraciones complementarias se requieren para completar el estudio. Habitualmente, estas pruebas incluirán tanto pruebas oftalmológicas (campimetría, tomografía de coherencia óptica, etc.) como no oftalmológicas (resonancia craneal y, según el caso, diferentes análisis de sangre, radiografías de tórax, etc.).
Puesto que, como hemos dicho, en la mayoría de los casos la apariencia del ojo puede ser normal o puede ser que se vea un poco de líquido en la parte de detrás del ojo (en la cabeza del nervio óptico), lo cual también puede deberse a otras alteraciones que no son inflamación (infarto del nervio óptico, presión intracraneal elevada, algunas alteraciones genéticas…), el diagnóstico de neuritis óptica es, inicialmente, un diagnóstico de sospecha, que se verá confirmado o no en función de la evolución de los síntomas y los hallazgos de las diferentes exploraciones. Si la evolución no sigue el curso de lo que nosotros llamamos “neuritis ópticas típicas”, los estudios se dirigirán hacia la patología que se sospeche (pueden ser análisis genéticos, punción lumbar para estudio del líquido cefalorraquídeo, etc.).
Afortunadamente, en la gran mayoría de pacientes la visión va a mejorar considerablemente, se realice o no tratamiento. En los casos de “neuritis óptica típica”, se ha demostrado que el tratamiento con corticoides acelera la recuperación, pero la visión final que quedará va a ser la misma, tanto si se administran corticoides, como si no. Es decir, con corticoides el nervio se desinflamará más rápido, pero la visión va a llegar al mismo punto con o sin ellos. Los casos de “neuritis óptica atípica” pueden requerir tratamiento con corticoides a altas dosis, antibióticos u otros fármacos, dependiendo del caso concreto.
En el caso de los niños, la neuritis suele afectar ambos ojos, mientras que en el caso de los adultos es más habitual que solo afecte a uno. Además, los niños con neuritis óptica pueden sufrir fiebre y síntomas gripales y puede que hayan sufrido una enfermedad o se hayan vacunado recientemente antes de sufrir los síntomas, algo que no suele ser el caso de los adultos. Además, los adultos con neuritis óptica presentan un mayor riesgo de sufrir esclerosis múltiple, un riesgo que en el caso de los niños es mucho más reducido.
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