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El ojo seco es una enfermedad crónica y bastante frecuente (afecta a unos 100 millones de personas en todo el mundo), que puede provocar molestias o incluso lesiones en la superficie ocular.
La lágrima tiene un papel clave en el desarrollo de este síndrome. Si no se produce en la cantidad y calidad adecuadas, igual que si se evapora mucho o si hay un desequilibrio en su composición, se puede producir la enfermedad. Es por eso que, contrariamente a lo que algunas personas creen, tanto una falta como un exceso de lágrima pueden estar relacionados con el síndrome del ojo seco.
Diferentes tipos de lágrima tienen composiciones y funciones diferentes, pero todas protegen los ojos de infecciones, los mantienen húmedos, pueden nutrir el epitelio (la capa más externa de la córnea) y eliminar residuos o cuerpos extraños. Cuando ya han cumplido su función, drenan hacia el sistema lagrimal o se evaporan.
Además, cada uno de los componentes y cada tipo de lágrima tiene un papel específico. Así, para mantenerse adheridas a la córnea, las lágrimas cuentan con un componente mucoso, que se combina con una parte acuosa y una parte grasa, esta última con la finalidad de evitar la evaporación de la lágrima.
Por tipo de lágrima, las lágrimas basales (las que se encuentran de forma permanente en la superficie ocular), lubrican y nutren el ojo, a la vez que ofrecen una barrera protectora para la córnea, mientras que las lágrimas reflejas aparecen para proteger los ojos de agentes irritantes como el humo o un cuerpo extraño.
Finalmente, las lágrimas emocionales (por tristeza, felicidad…) se dan por factores per factores relacionados con emociones y la comunicación interpersonal. No cumplen la función de proteger el ojo y su composición es ligeramente diferente, ya que contienen proteínas y hormonas que no se encuentran en otros tipos de lágrimas.
El origen más frecuente de una mala calidad de la lágrima y la aparición del ojo seco es una mala función de las glándulas de Meibomio, encargadas de segregar los lípidos que sirven para hidratar los ojos y evitar que las lágrimas se evaporen.
Esta afección se puede dar por distintas causas, pero algunas de las más habituales son la edad (es más común entre mujeres a partir de los 50 años), la contaminación, el uso prolongado de lentes de contacto, exposición habitual a entornos climatizados, sufrir determinadas enfermedades sistémicas o autoinmunes, un déficit de vitamina A u omega 3 i la toma de algunos medicamentos (ansiolíticos, antihistamínicos, diuréticos, etc.).
Se pueden tomar algunas medidas para un buen funcionamiento y la producción adecuada de lágrima de calidad. Estos consejos ayudan a aliviar y/o evitar los síntomas del ojo seco:
Si, a pesar de todo, aparece el ojo seco, este se puede tratar de varias formas, en función de la causa de la enfermedad y del estado del/la paciente.
Los tratamientos pueden ser desde colirios lubricantes y/o antiinflamatorios hasta terapia con luz pulsada intensa (IPL), una de las opciones más innovadoras. Siempre será necesario consultar con el/la especialista en córnea u ojo seco, que hará un seguimiento de cada caso y recomendará el tratamiento más indicado.
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