Con la llegada del buen tiempo y el calor, quedamos expuestos en mayor medida a las radiaciones solares en comparación con cómo lo estamos el resto de estaciones del año. Cada vez somos más conscientes de que hay que protegerse la piel, pero también hay que recordar que nuestra visión también necesita protegerse de dichas radiaciones.
Las radiaciones solares pueden provoca03r daños en los ojos en mayor o menor medida según la intensidad y el tiempo de exposición, por eso resulta fundamental protegerlos de ellas, especialmente si tenemos previsto pasar un buen rato expuestos a dichas radiaciones.
Los rayos infrarrojos pueden afectar a las estructuras internas del ojo, como el cristalino (catarata) y la retina. También afectan zonas más externas, como pueden ser la conjuntiva y la córnea.
Las radiaciones solares son ondas electromagnéticas de amplio espectro que contienen una parte de radiación visible para el ojo humano, que es la luz, y otra de invisible.
Son los rayos más perjudiciales para el ojo, y afectan en especial a poblaciones situadas en zonas ecuatoriales o que se encuentran a alturas muy elevadas, como pasa en la montaña, donde los ojos también quedan expuestos a una cantidad de radiación superior, ya que la atmósfera ofrece menor protección. También resulta importante la capacidad de reflejar que tienen las superficies, que se ve aumentada en el caso de la arena de playa en hasta un 18 % o en el agua hasta un 20 %, en comparación con el 5 % que refleja la tierra.
También hay que tener en cuenta el momento del día, ya que las radiaciones son mucho más elevadas al mediodía, debido a su inclinación.
Por otro lado, los rayos ultravioletas pueden ser de tres tipos: UVA, UVB y UVC.
Son los rayos que broncean la piel. El elemento principal del ojo que los absorbe es el cristalino y no se ha llegado a demostrar que provoquen la aparición de cataratas.
Son los rayos más perjudiciales para la salud, y los principales responsables de las lesiones oculares, como la conjuntivitis y la catarata.
Son los más peligrosos, pero, por suerte, la capa de ozono evita que lleguen a la superficie de la tierra y nos puedan provocar queratitis o cataratas.
Los rayos pueden provocar en la conjuntiva desde una conjuntivitis irritativa hasta la formación de un pterigión, una membrana prominente muy vascularizada que invade la córnea y progresa hacia el eje pupilar, de manera que provoca astigmatismo y, a veces, cicatrices permanentes que ponen en peligro la buena visión.
En la córnea, provocan queratitis superficiales que pueden derivar en una fotofobia (dolor o intolerancia a la luz) y una sensación de arena en los ojos.
En el cristalino, se forman las cataratas y, en la retina, escotomas por quemaduras focales que pueden dar lugar a pérdidas de visión importantes si llegan a afectar la zona central, como puede suceder al mirar un eclipse sin protección.
El ojo dispone de sistemas de protección frente a las radiaciones solares, como los párpados, las pestañas, la córnea y el cristalino, que bloquean una buena parte de la radiación peligrosa y solo dejan pasar unos pocos rayos a la retina. Sin embargo, es importante protegerse con gafas de sol, para evitar que la luz y las radiaciones invisibles (infrarroja y ultravioleta) dañen nuestros ojos y la piel de alrededor.
El hecho de que las gafas sean oscuras no garantiza que las radiaciones invisibles no las atraviesen. Por eso, al escoger unas gafas de sol, es importante visitar un comercio especializado que disponga de gafas con los filtros adecuados que nos protejan de este tipo de rayos.
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