Los ojos no solo son el espejo del alma, sino que también nos abren camino hacia nuevos descubrimientos médicos. Es un órgano especial, puesto que dispone de una relación única con el sistema inmune del cuerpo. El ojo dispone de un estatus especial conocido como privilegio inmune, que lo convierte en el entorno ideal para realizar investigaciones relativas a ciertas terapias.
El término privilegio inmune fue acuñado en 1940 por Peter Medawar, que observó que la cámara anterior del ojo no rechazaba los injertos de tejido extraño. Aunque el concepto de privilegio inmune es simple, su investigación ha revelado que su funcionamiento es complejo. En él se combinan distintos mecanismos locales y sistémicos que ayudan a conservar el privilegio inmune: barreras físicas, el entorno ocular inhibitorio, y la regulación activa por parte del ojo de las respuestas inmunitarias sistémicas.
Cuando una molécula conocida como antígeno se hace camino hacia una parte del cuerpo a la que normalmente no pertenece, el cuerpo responde produciendo anticuerpos para luchar contra dicha molécula. Esto corresponde a una respuesta inflamatoria. El sistema inmune empieza a hacer efecto para proteger el cuerpo del antígeno extraño. Por ejemplo, cuando un cirujano extrae tejido de una persona para injertarlo en otra persona, el cuerpo puede generar una respuesta inflamatoria inmune, lo que puede hacer fracasar el injerto. Ciertas zonas del cuerpo, sin embargo, son capaces de tolerar la presencia de los antígenos sin provocar una respuesta inflamatoria inmune.
El ojo es una de las pocas áreas del cuerpo que goza del privilegio inmune. Eso implica que el ojo limita la respuesta inflamatoria inmune en un esfuerzo para proteger la visión.
Otros elementos que disponen de este privilegio son el cerebro, los testículos, la placenta y el feto. Los científicos creen que el privilegio inmune evolucionó como un recurso para proteger zonas importantes del cuerpo de posibles daños provocados por respuestas inflamatorias inmunitarias.
Debido al privilegio inmune, el ojo constituye un lugar ideal para ciertas investigaciones y terapias. Es el caso de la implantación de células conocidas como células madre en el ojo para estudiar su papel en relación con la reparación y reconstrucción del tejido dañado. Es menos probable que las células implantadas en el ojo sean rechazadas en comparación con otras zonas del cuerpo, gracias al privilegio inmune.
Otro motivo por el que el ojo es un buen órgano para la investigación de nuevas terapias es porque es de fácil acceso y es fácil analizar el interior de su estructura. Gracias a ello, la implantación de células en el ojo resulta mucho más fácil que en otras zonas del cuerpo
Uno de los usos oculares del privilegio inmune de mayor éxito es el trasplante de córnea. Los aloinjertos (injertos de donantes) corneales tienen una efectividad del 90%, sin compatibilidad de tejidos y sin terapia inmunosupresora sistémica.
Aunque se cree que el privilegio inmune protege el ojo de los ataques autoinmunes, no es infalible y todavía no se comprenden sus mecanismos en su totalidad, puesto que, frente al privilegio inmune y en ausencia de traumatismos, el ojo sigue siendo vulnerable a ciertas enfermedades, como la uveítis autoinmune. Como se ha demostrado ámpliamente mediante modelos experimentales de uveítis inducida, un pequeño número de células T efectoras activadas en la periferia o transferidas puede romper fácilmente el privilegio. Por ese motivo, parece que el concepto del privilegio inmune debe seguir investigándose, definiéndose e incluso quizás revisándose.
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