Los tumores son masas anormales de tejido que generalmente se producen cuando las células se multiplican más de lo debido o no se mueren cuando deberían.
Los tumores palpebrales aparecen en los párpados en forma de lesiones, granitos o pequeños bultos. No suelen producir síntomas, aunque en ocasiones pican, escuecen o incluso sangran y forman costras. Los tumores orbitarios, por su parte, son los que se encuentran en la cavidad orbitaria, que envuelve el ojo, por lo que algunos de ellos son de difícil acceso. La persona afectada puede notar que tiene el ojo más salido y/o desviado, o ver doble.
Independientemente de su localización, pueden ser benignos o malignos. Incluso los hay que empiezan siendo benignos y se vuelven malignos. Por eso, ante la sospecha de un tumor, hay que acudir al médico, preferentemente a un especialista en oculoplástica, que de ser necesario pueda extirparlo con el objetivo de eliminarlo por completo.
Muchos de estos tumores, en especial los palpebrales, aparecen como pequeñas lesiones o pequeños bultos, que van creciendo poco a poco y no dan molestias, por lo que pueden pasar desapercibidos. En algunos casos, pueden picar y escocer o a veces sangran un poquito y sale alguna costra, pero no es lo habitual. Por ello, cuando el paciente acude al médico el tumor ya suele ser más extenso y difícil de extraer.
Si notamos en el párpado cualquier lesión que no duele, pero que sangra, pica, que va creciendo o cambia de color, es muy importante acudir a la consulta del oftalmólogo, si puede ser un especialista en oculoplástica. Este valorará la lesión y podrá realizar un diagnóstico y un tratamiento precoz, que es algo básico en estas situaciones.
Los tumores orbitarios, por su parte, son algo distintos, porque están dentro de la cavidad orbitaria y suelen producir otros síntomas. El paciente puede notar que tiene el ojo un poco más salido o desviado, o puede que empiece a ver doble. Normalmente, esto suele llamar la atención del paciente y acude antes a la consulta. Por eso, en estos casos el diagnóstico no suele retrasarse tanto. Sin embargo, en algunas ocasiones, el crecimiento de estos tumores es tan lento que cuando dan síntomas ya son muy grandes.
Uno de los principales factores de riesgo para la aparición de este tipo de tumores es la exposición prolongada al sol, Por ello, es muy importante protegerse correctamente la piel de la cara, concretamente la de alrededor de los ojos. Esto es especialmente importante en el caso de las personas con fototipos más bajos, como fototipo 1 y 2, que tienen la piel muy clara y por lo tanto más predisposición a sufrir los efectos nocivos de los rayos solares.
La edad de aparición de los tumores palpebrales y orbitarios es muy variable y depende del tipo de tumor. Los hay más frecuentes en la infancia y otros más típicos de pacientes en edades avanzadas, pero en general suelen aparecer con más frecuencia a partir de los 50 años.
Es importante que los pacientes con antecedentes de cánceres en otras zonas del cuerpo, especialmente cáncer de piel, acudan a un especialista si se detectan cualquier lesión en el párpado que no sea dolorosa, que sangre o pique. De esta forma se puede descartar un tumor o hacer un diagnóstico precoz.
Cuando llega un paciente a la consulta y vemos una lesión sospechosa de malignidad, que creemos que es cancerosa, necesitamos saber qué tipo de tumor es y confirmar si es canceroso.
La manera más fiable que tenemos de saber frente a qué tipo de lesión nos encontramos es mediante una biopsia. La biopsia nos permite coger un trocito de tejido, analizarlo y ponerle nombre y apellido al tumor. Es importante ya que según el tipo de tumor el tratamiento podría variar.
Si los tumores palpebrales son pequeños y los podemos extraer completamente en una sola cirugía, lo hacemos y esperamos el resultado de la biopsia. Tanto si era canceroso, como si no, estaremos tranquilos porque lo hemos eliminado totalmente.
En el caso de tumores extensos, la biopsia nos sirve para confirmar si es canceroso y, en dicho caso, proceder a la exéresis completa de la lesión, que a veces puede requerir reconstrucciones complejas con injertos o colgajos.
No siempre se puede realizar una biopsia de los tumores orbitarios. Muchos de ellos se diagnostican mediante la clínica que presenta el paciente y las características en las pruebas de imagen; TAC, RMN…
El tratamiento dependerá del tipo de tumor. Hay tumores palpebrales benignos pequeños que pueden extirparse de manera fácil con una pequeña cirugía. Pero hay otros de mayor tamaño que pueden requerir cirugías algo más complejas. Los tumores malignos deben extirparse completamente; en ocasiones esto resulta relativamente sencillo, pero en otras se requiere realizar cirugías complejas y en dos o tres tiempos.
En cuanto a los tumores orbitarios son distintos, y el tratamiento depende del tipo de tumor. Su localización es más delicada y eso hace que no siempre puedan extirparse. Se pueden extirpar aquellos que disponen de un acceso fácil, pero aquellos que están situados en zonas de difícil acceso, es probable que haya que hacer un seguimiento y valorar en cada momento cómo actuar. No todos requieren tratamiento quirúrgico. El tumor primario más frecuente en la órbita es el linfoma, su diagnóstico es por biopsia pero su tratamiento no es quirúrgico, es radioterapia o quimioterapia en función del tipo histológico.
En el caso de los tumores palpebrales malignos, si conseguimos quitar todo el tumor y el tejido sano de alrededor, la tasa de éxito es muy alta, y la probabilidad de que vuelva a aparecer es muy baja. Aun así, realizamos seguimientos en la consulta después de extirpar el tumor para detectar cualquier posible recidiva o reaparición de manera precoz, en cuyo caso se podría volver a realizar una intervención.
El caso de los tumores orbitarios, es distinto, la tasa de éxito varía en función del tipo de tumor.
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