Todos hemos oído que abusar del alcohol perjudica la salud. Cuando bebemos más de la cuenta no solo subestimamos los riesgos de nuestras decisiones, sino que experimentamos una relajación muscular que también afecta a nuestra visión.
El abuso del alcohol trae consigo efectos inmediatos y a corto plazo, como experimentar una visión borrosa o doble, la sensibilidad a la luz o la sequedad lagrimal. Estos efectos suelen desaparecer al día siguiente pero, a largo plazo, el abuso repetido del alcohol también puede acarrear daños irreversibles que conviene conocer.
Uno de los efectos a corto plazo que conlleva el consumo excesivo de alcohol es la visión doble. Este trastorno conocido como diplopía hace que las imágenes que perciben el ojo izquierdo y el derecho no se procesen de forma correcta en el cerebro y formen una única imagen espacial.
Otro de los efectos es el deterioro de la película lagrimal que recubre la superficie del ojo. Esto se debe a que el etanol pasa a la lágrima y favorece la evaporación de la parte acuosa de esta. Como consecuencia, la calidad de la imagen percibida se ve afectada.
Por otro lado, el alcohol también tiene efectos en nuestra percepción de los colores (sobre todo del rojo) y en nuestra capacidad para adaptarnos a los cambios de iluminación, además de hacer aumentar la percepción de halos (círculos luminosos).
Hay que tener muy en cuenta los efectos del alcohol en la visión, especialmente a la hora de conducir por la noche, ya que estos pueden provocar que no veamos un peatón cruzando, que no distingamos una señal de tráfico o que suframos un deslumbramiento por los faros de otro vehículo.
Si bien los efectos a corto plazo pueden ser perjudiciales, la ingesta de grandes cantidades de alcohol o su abuso continuado durante años pueden hacer aumentar el riesgo de daños crónicos a la visión, al nervio óptico y al procesamiento de la información visual por parte del cerebro.
Un consumo excesivo de alcohol puede afectar el nervio óptico y provocar una degeneración macular, lo que va a empeorar nuestra percepción de los colores y las formas, haciendo que los veamos menos vibrantes y más borrosos. De esta forma, la persona afectada puede incluso experimentar dificultades para reconocer las caras.
El consumo de alcohol, además, ocasiona cambios que reducen la cantidad de nutrientes y la cantidad de oxígeno que recibe el nervio óptico, y la disminución en los niveles de vitaminas del grupo B, particularmente B1 (tiamina) y B12 (cianocobalamina) puede llegar a dañar gravemente la visión. La combinación del efecto tóxico del alcohol junto con los niveles bajos de vitaminas pueden provocar lo que se conoce como neuropatía óptica tóxico-nutricional, una enfermedad del nervio óptico que hace disminuir la visión en ambos ojos y que, si no se corrige a tiempo, puede ser irrecuperable.
Por otro lado, algunos estudios han relacionado también el consumo excesivo de alcohol con un mayor riesgo de cataratas que, sin tratamiento, pueden causar ceguera en el ojo. Normalmente, las cataratas afectan a las personas mayores de 55 años; sin embargo, el riesgo de desarrollarlas a una edad más temprana aumenta con el consumo de alcohol y la deficiencia nutricional asociada.
Es importante pues, tener en cuenta estos efectos si se es consumidor habitual de alcohol, y consultar con un especialista si se cree que un consumo excesivo de alcohol puede estar afectando de forma permanente a su visión.
Escríbenos o pide hora para una consulta con uno de nuestros especialistas.