El tabaquismo ya es la principal causa evitable de defunción en el mundo: actualmente el tabaco mata a casi 8 millones de personas al año en todo el mundo, más de 600 mil de las cuales son fumadoras pasivas. Aunque la sociedad conoce las consecuencias que tiene el humo del tabaco para el cuerpo (enfermedades cardiovasculares, respiratorias e incluso cáncer), mucha gente no sabe que también puede afectar a los ojos y provocar pérdida de visión.
Las toxinas que se inhalan al fumar van a parar al torrente sanguíneo y se reparten por todo el cuerpo, hasta en los ojos. Esto puede provocar diferentes problemas oculares, como cataratas, ojo seco, degeneración macular asociada a la edad (DMAE), retinopatía diabética, problemas en el nervio óptico, orbitopatía tiroidea y uveítis. Muchos de estos casos pueden incluso terminar en ceguera si no se tratan a tiempo.
Además, el tabaco no afecta solo a nivel interno. El humo del tabaco también puede afectar los tejidos que se encuentran alrededor de los ojos. Puede provocar bolsas debajo de los ojos y trastornos en los párpados, como son irritación e inflamación, así como ojos amarillos a causa del contacto del humo sobre el cristalino y otros trastornos cutáneos que pueden llegar a afectar a los ojos.
Uno de los grupos de mayor riesgo dentro de los fumadores es el de las personas diabéticas. Estas tienen más posibilidades de sufrir una retinopatía diabética, que se produce cuando los vasos sanguíneos del ojo están dañados. Fumar, además, está especialmente contraindicado para las personas que sufren de ojo seco, ya que a la falta de lágrimas que padecen hay que añadir que el humo potencia la sequedad y la irritación ocular.
El tabaquismo, además, está especialmente contraindicado durante el embarazo, ya que puede provocar un parto prematuro y aumenta las posibilidades de que el bebé sufra un trastorno visual conocido como retinopatía del prematuro. Este trastorno sucede cuando los vasos sanguíneos de la retina del recién nacido no se han desarrollado con normalidad, lo que podría producir un desprendimiento de retina y, en algunos casos, hasta ceguera. Además, se ha demostrado que, si la madre fuma durante el embarazo, el bebé tiene hasta 5 veces más probabilidades de contraer meningitis, junto con problemas e infecciones oculares.
La exposición al humo también afecta a los niños. La exposición al humo del tabaco, tanto en fumadores activos como en fumadores pasivos, es una de las amenazas más conocidas para la salud ocular. Sin embargo, un nuevo estudio realizado en Hong Kong ha demostrado que ya a los 6 años los niños pueden desarrollar problemas oculares causados por el humo. Este provoca un adelgazamiento de la coroides (una capa de la retina llena de vasos sanguíneos) que, como consecuencia, pone en riesgo su visión.
El humo de tabaco está constituido por toxinas nocivas para el cuerpo, por lo que su inhalación puede causar problemas de salud graves. Las toxinas pasan del pulmón al torrente sanguíneo, repartiendo estas sustancias tóxicas por todo el cuerpo, incluyendo nuestros ojos. El hábito de fumar puede aumentar el riesgo de padecer las enfermedades oculares siguientes:
La buena noticia es que tras dejar de fumar se reduce considerablemente el riesgo de padecer algunos trastornos oculares.
Además de dejar de fumar o ventilar espacios en los que haya quedado retenido el humo del tabaco, hay algunos consejos que podemos seguir para proteger nuestros ojos:
En cualquier caso, parar el consumo de tabaco o dejar de ser fumador pasivo, puede evitar el desarrollo de patologías oculares a largo plazo.
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