En invierno con la chimenea, en verano con las barbacoas, la polución en las ciudades, el tabaco o, incluso en caso de incendio, nuestros ojos pueden estar expuestos al humo. Cuando este penetra en nuestros ojos, puede causar efectos adversos para nuestra visión, en forma de dolor ocular o irritación.
Las personas que padecen trastornos oculares, como la blefaritis, el ojo seco o la conjuntivitis alérgica, o los usuarios de lentillas de contacto son quienes normalmente se ven más afectados por los efectos del humo cuando este entra en contacto con los ojos.
El humo puede causar que la fina capa de protección de nuestros ojos se deteriore. Los ojos deben estar siempre bien lubricados y protegidos de los agentes exteriores y cuando esta capa se debilita los ojos se irritan, se secan y enrojecen.
Así mismo, la exposición prolongada al humo, como ocurre cuando se es fumador, puede estar asociada a patologías oculares, como son las cataratas, la queratitis, la conjuntivitis y otras afecciones infecciosas.
Además de afectar a la visión, el humo puede causar problemas respiratorios y otro tipo de complicaciones para nuestra salud.
Cuando el humo entra en contacto con nuestros ojos podemos tomar algunas medidas para aliviar sus efectos adversos.
En principio, en caso de irritación ocular, enrojecimiento y picor, los síntomas suelen desaparecer al cabo de pocos días. Si tras una semana, estos síntomas siguen presentes, será necesario acudir al especialista para que realice una valoración oftalmológica.
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