Aunque es una franja de edad en la que no es necesario visitar tan a menudo el equipo de oftalmología, las personas por debajo de los 40 años también deben cuidar su visión y acudir a revisiones oftalmológicas ocasionalmente.
El desarrollo del sistema visual alcanza su madurez alrededor de los 20 años y suele permanecer estable durante la treintena, exceptuando en el caso de las mujeres, las alteraciones visuales que en algunos casos pueden ocurrir durante el embarazo. Por ese motivo, en esta etapa de la vida la graduación de gafas y lentillas varía muy poco, lo que la convierte en un momento ideal para plantear someterse a una cirugía de corrección visual o cirugía refractiva.
Sin embargo, y como en cualquier otra franja de edad, en caso de experimentar traumatismos, dolor, destellos de luz, padecer cualquier tipo de infección o cualquier otro problema, es preciso realizar una visita oftalmológica.
En esta franja de edad, los problemas oculares más comunes son los problemas asociados a la refracción: la miopía, la hipermetropía y el astigmatismo.
En esta etapa también encontramos como un problema bastante frecuente, los traumatismos oculares. Alrededor de un 75% de los traumatismos oculares se dan en hombres de entre 18 y 40 años. La mitad de dichos traumatismos ocurren en casa, a menudo realizando reformas o practicando deportes y podrían evitarse con el uso de métodos de protección para la visión (gafas o pantallas de protección).
Por otra parte, es importante que aquellas personas con factores de riesgo asociados, tales como diabetes, elevada presión sanguínea o un historial familiar con patologías oculares, tenga un control exhaustivo de su salud ocular.
En estos casos, el especialista suele recomendar un seguimiento periódico, que se debe seguir con rigurosidad para poder tratar posibles patologías oculares de manera precoz.
La visión puede experimentar cambios durante el embarazo debido a la retención de líquidos, el aumento del volumen sanguíneo o los cambios hormonales. Existen una gran variedad de enfermedades que pueden tener relación con el embarazo, aunque a menudo, son cambios temporales que se resuelven tras el nacimiento del bebé o tras la lactancia materna.
Por ello, y dado que su diagnóstico y tratamiento es tan diverso, es aconsejable revisarse la visión durante el embarazo, en especial en caso de enfermedad ocular preexistente.
Existen diferentes acciones del día a día que ayudan a prevenir la aparición de problemas visuales. Os las explicamos a continuación:
La práctica de ejercicio físico estimula la circulación de la sangre y la oxigenación, y ayuda a mantener el peso dentro de los límites adecuados, lo que reduce el riesgo de diabetes y, por consiguiente, de retinopatía diabética. En la práctica de deportes, es recomendable utilizar gafas de protección y de sol, así como casco cuando sea posible y adecuado.
Otra de las recomendaciones para mejorar la salud a largo plazo es evitar el tabaquismo, ya que puede aumentar el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares que afecten la salud visual e incrementar las posibilidades de padecer cataratas y enfermedades degenerativas en la retina. Además, en el caso de las mujeres, fumar durante el embarazo pone en mayor riesgo al bebé de sufrir una retinopatía del prematuro, una enfermedad que puede causar ceguera.
Dormir ayuda a lubricar nuestros ojos y eliminar polvo, alérgenos o partículas de humo que puedan haberse acumulado en ellos durante el día.
Algunas enfermedades de transmisión sexual, como el herpes de tipo 1 y 2, la clamidia, la gonorrea, la sífilis o el SIDA pueden tener efectos adversos en la visión.
Si bien la mayoría de las patologías oculares aparecen a partir de los 40 años, cuando se habla de salud, la prevención es esencial. Es importante mantener un control de la salud ocular en edades tempranas para poder detectar posibles enfermedades de manera precoz.
Con este objetivo, se recomienda hacer una revisión oftalmológica anual. Esta visita, rápida y sencilla no suele durar más de 90 minutos y se divide en dos partes.
El equipo de optometría realiza una serie de preguntas para conocer la historia clínica, junto con una serie de pruebas oculares que ayudan a determinar tales características como la agudeza visual, la función binocular, la presión intraocular o la motilidad ocular.
A continuación, y después de subministrar unas gotas para dilatar la pupila si el caso lo requiere, se realiza un examen ocular exhaustivo en la consulta para obtener un diagnóstico. Este examen incluye una exploración completa del segmento anterior y del fondo de ojo.
En aquellos casos que lo precisen, los especialistas pueden considerar pruebas adicionales para determinar el diagnóstico final.
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